Sunday 20 October 2013

Padre Álvaro - Un Tributo en el Año de la Fe

Durante los últimos días hemos tenido entre nosotros alguien conocido entre nosotros simplemente como «Padre Álvaro». Hace ya casi un año recibimos juntos el diagnóstico diagnóstico grave que tenía cancro cerebral (Imagino que recibimos la noticia poco más tarde que él). El había - prácticamente - renunciado su encargo providencialmente el día del inicio del Año de la Fe, 11 de octubre de 2012.
El Año de la Fe se nos va pasando y dentro de poco terminará. En este mismo marco quisiera ofrecer palabras de agradecimiento por este hermano, amigo, compañero pero sobre todo «Padre».
Aunque mi intención no es ser histórico contando los sucesos pasados (y en algunas estancias - superados) me acuerdo hace casi cinco años el haber recibido la fea noticia sobre nuestro Fundador Marcial Maciel. Los hechos son tristes. Muy amargos y nadie quiere recordarles de cerca. Cuando figuraba la pesadilla que había un ramo podrido en el gran árbol de la Iglesia era en ese instante casi imposible para algunos imaginar que ese ramo podría producir «fruto bueno, fruto que perdura» para años y siglos. Sin embargo cuando humanamente la pesadilla no podría hacerse peor viéndose en ella las traiciones de un supuesto «padre» un otro Padre que se levantó para tomar las riendas y probablemente sin saberlo - ofrecerse como víctima expiatorio. Me refiero al P. Álvaro.

 
P. Álvaro Corcuera LC

 
Génesis narra que Abrahán era una persona sin familia. Su mujer era estéril. Al revelarle Dios que iba a tener una familia numerosa que sólo los astros de los cielos y la arena de la playa podían expresarla hizo Abrahán lo que cuenta en dos palabras la Biblia, «Abrahán Creó» (Gen 15,6). En este momento la Historia de la Salvación vio otro ramo aparecer. Comenzó un pueblo de la fe, Un Pueblo de Dios. Habla la Biblia en otros momentos de la contrariedad o realidad paradoxal de la fe. La fe de Moisés y la de David son emblemáticas. Moisés, un tartamudo exiliado fue al encontrar el Rey de reyes de ese entonces para redimir su pueblo. David, pastorcillo con nada más que cinco piedrecitas fue al encuentro con el gigante Goliat. Sin embargo los tres personajes del Antiguo Testamento hacen a un punto u otro la misma pregunta: «¿Qué me vas a dar?» (Cf. Gen. 15; Exo. 3; 1 Sam 17). Y ¿por qué no, no merecemos algo de nuestros esfuerzos?
El «En el principio» del Nuevo Testamento comienza esta vez con la fe de una mujer, la de María. «Hágase en mí según tu palabra – Fiat» (Lucas 1). Y de este modo recibimos la Luz del Mundo, Jesucristo y en él una nueva vida. Él nos reveló – como que desveló - toda una nueva panorámica de Dios. Dios misericordioso y amante que «tiene sed» de perdonar y acompañarnos, tanto es así que quiere «ser uno» con nosotros como es con Dios Padre. Misterio Insondable. «Quédate en mí y yo en tí» (Juan 15), decía El. Y los que se quedan con el conviven con la esperanza de una confianza absoluta e indestructible. La gracia que baja desde Dios es capaz de hacer de cada uno -una parte integrante de la viña del Señor. No hay duda que «el Padre poda», limpia y nos hace crecer más sin embargo, somos uno con Dios. Los grandes profetas del Antiguo Testamento se hacen chicos ante este acontecer. Ya cada uno es uno con el árbol más grande, fecundo y hermoso. Dios hace de nuestra poquedad – una grandeza.  
 
Recibe aplauso en el comedor del
Centro de Estudios Superiores en Roma 
Es hermoso hablar de vida espiritual y contemplar lo grande que es Dios (y lo grande que nos puede hacer de nuestra pequeñez). Sin embargo, el mismo Dios Padre que nos perdona y quiere, nos poda y limpia. Tanto es así que su propio hijo aprendió a obedecer «con sufrimiento» (Heb 5,8). La Cruz. La Noche Oscura por la que pasó el Movimiento durante los momentos más pesados era Nuestra Cruz. Eran y son tiempos misteriosos. Sólo Dios comprende y puede explicar los sucesos paso por paso. Y durante esta limpia donde Dios poda «para que diese más fruto» (Jn 15) hay un cuerpo de padres y hermanos que creen en Dios y consecuentemente en su Iglesia, el Movimiento y la Legión. Entre la multitud sobresale uno que no pretende ser perfecto sino uno entre muchos. Uno sin el cual seguramente la Legión y Regnum Christi hubiera faltado mucho. Lo suyo era creer firmemente que «todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman» especialmente para los «que han sido llamados según su designio» (Rom 8,28). Podemos hipotetizar el designio de Dios para el P. Álvaro. No tengo juicio ninguno. Jesucristo y su Vicario canonizan personas – no yo. No tengo ilusiones que es un hombre sin fallo ninguno, sin mirar hacia atrás con vergüenza alguna. Sin embargo si no fuera por El muchos de nosotros hubiéramos faltado a alguien importante en nuestras vidas. Cuando un padre nos dejaba otro dijo «Sí» quiéranlo o no sus hijos. Este sí, este fiat de parte del P. Álvaro, ha sido el esperar paradoxal – un «esperar contra toda esperanza» (Rom 4,18). Y por esta fe estamos.
Nuestro Señor hablaba de que terminando de haber hecho lo que prometimos hacer «nos debemos de llamar “siervos inútiles”» (Lucas 17). Aunque muchos lo llaman «inútil» juzgándole por lo peor creo yo que no es ni para la historia ni nadie a juzgar a una persona sino Dios.
Cuando «La palabra del Señor era rara en aquellos días, y la visión no era frecuente» (1 Sam 3) había sí alguien que creía y cambió un designio que parecía imposible. Le doy un agradecimiento cordial y filial de parte de un amigo, hermano, e hijo al Padre Álvaro. Sé que vuelve a los tratamientos de quimioterapia el lunes que viene. Le acompañaremos. No está solo. Sé que es poco posible tenerle presente para mi ordenación sacerdotal. Sin embargo le invito, P. Álvaro, a acompañarme para mi cantamisa. Le pido que me acompañe y me guíe paso a paso al ascender los grados del altar y tenerle al lado con mano firme.

 

 

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